El nombre Beachy Head es tan extraño como hermoso. Es uno de mis lugares favoritos: los imponentes acantilados blancos de East Sussex, donde el paisaje ondulado y pastoral de los South Downs desciende de forma repentina y pronunciada hasta el mar.
Para los pilotos británicos de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial, Beachy Head marcaba la última visión de casa antes de cruzar el Canal hacia Alemania. También era lo primero que veían al regresar, si lograban hacerlo. Los acantilados forman una especie de umbral.
La caída vertical de 162 metros de estos acantilados de tiza lo convierte en uno de los tres lugares con mayor número de suicidios del mundo. Pegatinas y señales con números de emergencia ofrecen ayuda e invitan a reconsiderar las decisiones. Incluso hay una pequeña capellanía en el lugar que afirma haber respondido a 15.000 incidentes desde 2004.
De niño solía tener pesadillas recurrentes en las que caminaba por la superficie de hierba llana de Beachy Head, contemplando una extraña exposición de cabezas gigantes esculpidas. El recuerdo de aquel sueño todavía me inquieta.
La deslumbrante blancura de Beachy Head se conserva, irónicamente, gracias a la corrosión. Las olas erosionan constantemente la base, lo que vuelve inestables las capas superiores, hasta que finalmente se derrumban y tiñen el mar de blanco lechoso. Cada desprendimiento revela una superficie nueva y brillante, que se va apagando con el tiempo hasta la siguiente caída. Belle Tout, el faro superior que una vez estuvo al borde del acantilado, tuvo que ser desplazado 17 metros tierra adentro en 1999. Tendrá que volver a moverse. Mientras tanto, el antiguo camino de piedra que conducía a su ubicación original ahora termina directamente en el vacío.