En la mitología griega, el perro de tres cabezas Cerbero se encuentra en el umbral del inframundo. Impide que los vivos entren y que los muertos salgan. Nada cruza su línea. Cerbero siempre me ha parecido una fantasía muy humana, como una cámara de 360 grados, rastreando todo lo que se escapa de nuestro campo de visión. Confiamos en la vista para dar sentido al mundo, y cualquier cosa que ocurra fuera de ella se vuelve inquietante.
Cuando era un adolescente teníamos un perro que enterraba sus cosas por todo el jardín y luego se olvidaba de ellas. A veces las encontraba de nuevo después de meses o incluso años y las arrastraba a la casa. Juguetes chirriantes zombificados, tiras mohosas de cuero de búfalo, cualquier cosa que hubiera sobrevivido bajo tierra.
Siempre me ha gustado el cuadro Man with Dog de Francis Bacon. El hombre aparece solo como una silueta oscura de unas piernas que avanzan por la superficie. Para él el suelo es un borde, algo sobre lo que permanecer. Lo que continúa por debajo queda fuera de su alcance. El resto es el mundo del perro. El perro está absorbido en él. El suelo tiene para él un sentido que nosotros no percibimos.